domingo, 6 de marzo de 2011

Tengo el sapito roto.

Siento una fascinación tremenda por las ferreterías. Para mí que ahí lo encuentras todo. Yo no solo he encontrado en ellas herramientas para arreglar algo, sino que además, he llegado a comprar una bolsa de herramientas para electricistas que la usé por mucho tiempo como bolso de playa y una tuerca de bronce que resultó ser un aro bello!!!!
Esto viene de atrás. Mi Papá es un handyman terminao’. Y mi Mamá, entre tantas otras cosas, era decoradora certificada. Así que ir a una ferretería era como ir al colmado.
Pero de un tiempo acá, las ferreterías han cambiado. Ahora vamos a la catedral de las ferreterías. Y es chévere. Parece que todos te entienden.
Como estoy divorciada y desempleada, y la necesidad es la madre de la invención, mis visitas a la “catedral” son bastante frecuentes.
¡Y qué satisfacción!
Se te daña el inodoro. Lo abres y lo miras detenidamente. Te lanzas a la ferretería y le cuentas al amable muchacho como es que suena.
“Tiene un shiiiii cuando bajas la cadena, pero de pronto, se queda haciendo grrrrr. ¿Qué tú crees que tiene?”
El sapito. Eso debe ser. Cómo lo cambio? No creen que seas capaz de hacerlo tu sola. Y eso precisamente es lo que más me gusta, que me reten.
Cambié el sapito, reemplacé el filtro del fregadero, instalé los codos de los respiraderos de la terraza y me sentí fabulosa.
Me ahorré un marido neurótico y un plomero. ¡Priceless!

2 comentarios:

  1. Estar desempleado no es nada gracioso, lo se, pero por otro lado este tiempo no es tan muerto ni desesperante, te felicito ! Definitivamente el ahorro es enorme..y sin neurosis jajaja !

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  2. Felicidades, Myraida! Quien lo hereda, no lo hurta!!! ;-)

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